Por; Javier Ríos Gómez (*)
El aumento generalizado y persistente de los
precios de los bienes y servicios de la canasta familiar, en un periodo
determinado, es la llamada carestía o costo de la vida.
Con la variación porcentual o absoluta de los
precios en forma mensual, corrida del año o anualizada, se obtiene un número
índice que se denomina, el IPC- con el cual se calcula la variable
macroeconómica INFLACION, denominada así porque en la práctica, los precios se
inflan.
La tasa de interés es el precio del dinero,
que se fija a través de la ley de oferta y demanda en el mercado del dinero. Lo
anterior resuelve la pregunta sobre quien fija la tasa de interés en Colombia.
La libertad
de precios y la libre competencia, son principios básicos de la
economía de mercado, donde no hay
control de precios a los bienes y servicios y tampoco a las tasas de interés.
En un escenario de libertad de precios, los agentes que producen, fijan precios de venta a sus productos
o servicios, calculando costos y rentabilidad esperada.
En una economía inflacionaria,
camino a la hiperinflación como la nuestra, para determinar la tasa de interés
de captación y colocación en la intermediación y desintermediación financiera,
se debe tener en cuenta la inflación.
Eso quiere decir, que el
ahorrador o inversionista debe recibir como mínimo por sus recursos ahorrados o
invertidos, la inflación. Toda tasa de
interés que este por debajo de la inflación, es negativa, inaceptable.
El dinero
en cuentas corrientes bancarias no tiene rentabilidad, pero si tiene costos, por
eso es un producto de los Bancos en vía de extinción.
En las cuentas de ahorro, los
establecimientos de crédito pagan tasas de interés negativas, más bajas que la
inflación. En periodos de alta
inflación, los ahorradores son perdedores.
El Sector financiero fundamenta el pago mínimo de
tasas, en que el ahorro no es inversión y el que ahorra no busca rentabilidad,
sino liquidez y seguridad. El anterior
argumento tendría validez, si no fuera porque a través de esta estrategia
financiera, el sector financiero, más que cualquiera otro sector de la
economía, obtiene periódicamente grandes volúmenes de utilidades, a costa del
bolsillo de todos colombianos.
Los productos
de renta fija, como los CDT, fiducuentas u otros rentan muy poco, a pesar que
la DTF (EA) está en 6,86%, la inflación hasta abril de 2022 alcanzo el 9,23%.
Si se mantiene
el dinero en ese tipo de productos, este podría estar perdiendo poder
adquisitivo, año tras año.
La bolsa de valores, que hace
parte de la desintermediación
financiera, su rentabilidad es incierta, depende que lo comprado a precios
bajos, se cotice en el mercado de la especulación a precios altos, es decir,
este mercado se mueve en escenarios inciertos, que es lo que predomina, por el
miedo, la angustia y los posibles cambios en los gobiernos y las costumbres en
los países.
Ante el riesgo, por la incertidumbre,
los analistas recomiendan prudencia y objetividad en las inversiones, no
mantener dinero en efectivo, tampoco en ahorros, analizar la rentabilidad que
ofrece el sistema financiero para los CDT y en lo posible comprar bienes raíces,
inversión inmobiliaria.
Los inmuebles suben de precio
cuando aumenta la inflación y los arriendos se ajustan con el comportamiento de
este indicador. Por eso, la finca raíz ha sido históricamente un buen refugio
en épocas de crisis económicas.
La crisis actual, no sólo es en
Colombia, es en el mundo.
La ley es injusta
y permisiva, porque el legislador siempre ha sido laxo con el sector financiero
y duro con el ahorrador.
Hacen falta más
estímulos financieros para el ahorro en pesos, porque tal como funciona y está
diseñado el sistema, solo está orientado al beneficio directo del sistema que
lo administra.
(*) Especialista en Administración Financiera
Especialista en Alta
Gerencia