lunes, octubre 21, 2024

EL CINE: DONDE LA OSCURIDAD ES CÓMPLICE DE TODO... MENOS DE VER LA PELÍCULA

Por: Javier Ríos Gómez 

Ir al cine parece algo simple: compras tu entrada, te sientas, disfrutas la película y sales comentando. 

Pero todos sabemos que lo que sucede en la sala oscura no siempre tiene que ver con lo que pasa en la pantalla. 

Hay quienes llegan al cine con otros planes, y la verdad, la oscuridad se convierte en la mejor cómplice de estas travesuras. 

¿Quién hubiera pensado que el cine, más que un lugar para ver películas, sería un escenario perfecto para tantas otras cosas? 

Para empezar, tenemos a los que van al cine como si fuera su lugar favorito para una buena siesta. 

La sala se oscurece, los sonidos suaves de la película inician, y en cuestión de minutos están profundamente dormidos, disfrutando de un descanso que no esperaban, o tal vez sí. 

El cine se convierte en una burbuja acogedora de la que se despiertan justo a tiempo para el final. 

Lo más gracioso es que, al salir, con una seguridad impresionante, dicen: “¡Excelente película!”, cuando lo único que vieron fueron los primeros cinco minutos. 

Luego están las parejas. Ah, las parejas enamoradas, esas que encuentran en la oscuridad del cine su espacio ideal para las caricias y los susurros. 

No están ahí por la película, están por el anonimato que les brinda la penumbra, convencidos de que nadie los ve. 

La película puede ser de acción, terror o un drama romántico, pero para ellos, la verdadera emoción está en la cercanía, en el roce de manos, en ese juego secreto donde el cine se convierte en el escenario perfecto para su propia historia. 

Y claro, también están los que simplemente no pueden desconectar del mundo exterior. 

Mientras todos están absortos en la trama de la película, ellos están contestando correos, revisando redes sociales, o incluso planeando su próxima reunión de trabajo. 

Para estos, la sala de cine es casi como una oficina temporal, con la oscuridad protegiéndolos de las miradas curiosas. 

En todo este caos de situaciones, hay un protagonista que pasa desapercibido: la oscuridad. 

Esa penumbra que lo envuelve todo, esa fiel compañera que permite que todas estas historias paralelas se desarrollen sin ser vistas. 

Es la oscuridad la que da vida a la magia del cine, no solo en la pantalla, sino en lo que sucede más allá de lo que vemos. 

Sin ella, las siestas no serían tan profundas, las parejas no tendrían su espacio de complicidad, y los que buscan un escape de la rutina no podrían perderse en sus propios pensamientos. 

Y hablando de la oscuridad como cómplice, déjame contarte una historia personal. 

Hace años, en una de esas funciones de cineclub universitario organizadas por Germán Ossa en Pereira, me quedé tan profundamente dormido en la parte de atrás del Teatro Comfamiliar que, cuando desperté, me encontré solo en la oscuridad de un teatro vacío. 

No había celulares en esa época, así que después de gritar sin éxito, el único que escuchó fue el celador del edificio, que vino a abrir la puerta. 

No se imaginan la cantidad de explicaciones que tuve que darle para convencerlo que no era un ladrón. 

Así que, la próxima vez que vayas al cine, recuerda que la oscuridad es mucho más que un simple ajuste de luces para proyectar la película. 

Es un personaje esencial, el verdadero cómplice de todas esas historias no contadas que suceden en las butacas. 

Y ahora te pregunto, ¿Cuántas de estas cosas has hecho en la vida? ¿Te has dormido en el cine? ¿Te has perdido en una caricia? ¿O tal vez has querido hacer algo diferente, algo fuera del guion? 

La próxima vez que vayas al cine, quizás veas la oscuridad con otros ojos.